ACÓNITO-Laura Camila Leal Aragón.
- KAREN DAYANNA ARROYO PAYAN

- 7 ago 2020
- 6 Min. de lectura
Por: Laura Camila Leal Aragón.
Había algo muy extraño en esa casa. No recordaba haber visto salir o entrar a alguien de ahí, al menos no en las horas cuando aún había sol, y a pesar de que preguntó a su madre por qué nadie entraba ni salía, ella simplemente le respondió que probablemente era un hombre ocupado. Sospechaba que ni siquiera ella había visto al vecino.
Su madre nunca estaba en casa así que difícilmente ella podría haber visto algo, pero estaba seguro de que allí había alguien. Siempre escuchó la historia, pero nunca le hizo caso. Decían qué cuando la noche asomaba él también lo hacía... decían que era un muchacho alto, otros que era un adulto, que siempre estaba allí y te observaba desde lo alto, ¿lo alto?... Siempre se preguntó a qué se referían. Ahora ya nadie decía nada al respecto, era como si lo hubieran olvidado, era como si no fuera relevante, como si él fuera el único consciente de su existencia, ahora que lo pensaba mejor nunca escuchó a nadie aparte de esos niños hablar de él... esos niños, ¿qué niños...?
Era la casa de atrás de la suya, con todos los años que llevaba viviendo en aquel lugar era casi imposible que no viera ni una sola vez al susodicho. Su obsesión con el tema fue tan grande que convenció a su madre de cambiar de cuartos, tomo el cuarto al fondo de la casa, en el que había una ventana que daba hacía la misteriosa morada. Por muy valiente que sonara siempre fue un cobarde más su curiosidad era mayor a cualquier otro de sus impulsos. Cada noche se asomaba y miraba a lo alto de la casa, era una casa deplorable en aparente estado de abandono más los acónitos que habían por todo el lugar bien cuidados le hacían dudarlo. Nunca perdía la oportunidad para mirar hacía la casa, nunca tuvo mascotas, pero no le hacían falta, alimentaba a unos pequeños pájaros todas las mañanas así aprovechaba para mirar nuevamente hacía aquel lugar, con el tiempo empezó a notar que las cortinas cambiaban, a veces cerradas y a veces abiertas... No había día que no se preguntará cómo era que su aparente obsesión con aquel lugar era tan nueva, desde que lo recuerda siempre ha vivido en esta casa con su madre, es absurdo que no haya notado la extraña morada, tan absurdo que lo hacía pensar que el también sufrió de esa amnesia general que parecían tener todos los de la zona. Una noche vio a través de su ventana, en el patio de aquella casa al vecino; un hombre alto con un cabello rubio alborotado, una cara apacible y unos ojos rojos carmesí... Sin duda lo más hermoso que había visto nunca. No lo dudo y no supo por qué, pero salió de su casa de un brinco y termino en su patio sin saber muy bien qué hacer.
En las sombras ambos se miraron, uno con un vista cristalina y pura. El otro con un rojo profundo que parecía casi estar alumbrando en medio de la noche, un rojo vacío... Allí estaban, ambos, solamente iluminados por el roció de la luna. Nunca imagino llegar a ver a su vecino, siempre pensó que era solo algo pasajero una obsesión más, siempre veía a su madre con sus novelas así que pensó que su vecino era su propia novela -ficticia y que solo la alimentaba su imaginación - pero él estaba allí, frente a él mirándolo como si se conocieran de toda la vida. Tenía miedo. Mucho miedo, esa mirada carmesí lo estaba devorando cosa a la que no ponía resistencia.
Le pregunto qué hacía allí tan tarde, él solo respondió de manera melancólica: "Estoy solo". Nunca supo por qué lo dijo, pero respondió: "No estás solo, yo estoy aquí contigo". Fue el principio de su fin.
Desde entonces cada noche se encontraban solo a mirar las estrellas él decía que las estrellas los conectaban, aunque no sabía a qué. Su sola presencia lo ayudaba y ahora se sentía en deuda. Sentirse en deuda con alguien también asusta. Un anillo, resulto que compartían un juego de anillos, pero él no recordaba aquello, aunque parecía que su vecino si lo hacía, su culpa aumento, ¿Cómo fue capaz de olvidarlo?... Por más absurdo que suene nunca le pregunto su nombre, no quería desperdiciar se preciado tiempo juntos en pequeñeces como aquella más ahora se arrepentía. Dedicaba todas sus noches a él, siempre en las noches entre los patios de aquellas dos casas.
-... Estoy cansado- susurro él un día.
Nunca supo que contestar, que le diría "¿Por qué lo estás?", ni siquiera sabe su nombre y no quiere tentar a su suerte. Tampoco intento consolarlo ya que se le daba realmente mal. Al final lo resolvió todo con un:
-... Yo también.
"¿Esto es lo mejor que puedes hacer?"... ¡No lo es, puedo hacerlo todo por él!... "Pero, ni siquiera hiciste nada."
...
En la mañana recordó lo que había dicho estalló y aventó el anillo hacía el patio, no tuvo miedo de que su vecino lo viera, él sabía que nunca salía durante el día. Sintió miedo como si él ya no estuviera allí, se lanzó a las hiervas. Estaba repleto de Acónito, es ornamental, ah es cierto, yo le había dicho antes... ¿antes?, ¿cuándo exactamente? le restó importancia y siguió buscando entre el forraje. Recordó que apodaban a esas plantas "matalobos", ¿no eran estas plantas venenosas?, ¿No era demasiado peligroso decorar la casa con una planta como esa?... No encontró el anillo, no lo encontraba... ¡No lo encontraba! Era consciente que él lo sabía, si un día aparece sin el anillo él lo notaría, él no olvida nada... pero... Yo lo olvido todo, debe ser por eso que no lo recordaba... No lo recordaba y no tengo el anillo. La desesperación me estaba consumiendo pasé todo el día afuera de la casa, no me importo y arranque todo el acónito del lugar... La casa de por sí ya se veía terrible, pero entre más acónito arrancaba peor era su apariencia, más y más fea, mucho más... Estaba acabada faltaban partes de ella y la cortina que miraba hace solo un par de días ya ni siquiera se divisaba, la casa se empezaba a ver vacía y aún no encontraba el anillo. Cuando llego la noche no podía con mi agonía todo empeoró cuando esa noche él no salió, ¡Mi vecino nunca salió! empecé a gritar desesperado, mi madre me detuvo su cara era todo un poema, pero no sería para menos su pequeño hijo tenía un rostro trastornado con una mirada vacía y le hablaba del vecino, vecino de una casa abandonada ella simplemente no sabía de quien hablaba...
Nunca supe quién o qué había sido ese muchacho, tal vez fue producto de mi imaginación o quizá sólo una alucinación, pero jamás volví a verle, ni a él, ni al anillo. No podía con la culpa, lo sabía desde el fondo de mi corazón que mi vecino no estaba por su culpa, destrocé sus plantas solo por buscar un anillo que yo solo perdí. Todo era mi culpa, mi maldita culpa. "Nunca le des la espalda a un demonio, pues él conoce todos tus pecados y los usará para que sangres hasta que tu divino espíritu su haya derramado y no quede nada puro en tu interior." lo sabía, pero no lo apliqué, él fue el demonio más bello que jamás conocí, no encontré reparo a mi tristeza, pero si replante todos los matalobos que había destrozado, al menos eso hice, deje el lugar como nuevo, mi madre ya no se preocupaba por mí y yo solo reposaba en el patio, esperando. Planeaba encontrarme con el nuevamente y fue lo que hice.
"Algún día yo seré la sombra, que gritará su nombre desde el infierno para que no se pierda. Pero en realidad, yo soy el que no puede vivir sin alguien como usted.", repetía incesante, como un mantra para convencerme de que fue lo correcto, de que todos mis actos lo fueron... aunque no sea capaz de acallar el nuevo lamento que nace por mi ausencia. Aun lo busco y velo por el desde la casa. Lo busco en lo alto, ahora hago parte de los niños que lo recuerdan y cuento lo hermoso que es él.
...
-Al menos intenta disimular, Will -con la mano le sostuvo la cara para que dejara de mirar hacía la casa.
-Lo siento -dijo, pero su mirada aun así se dirigió nuevamente hacía aquel lugar. -Es solo que, es muy familiar. Los niños dicen que allí vive un muchacho alto.
- ¿Niños?, no he visto ni uno solo en todo la cuadra -respondió extrañado. -Veo que te compraste un anillo, Will.
-Ah, no, ¿esto? estaba en el patio de la casa...



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